viernes, 10 de mayo de 2013

Missing Words.


La otra vez alguien preguntó por qué había tanta gente. Otro le respondió que era porque era viernes. Hoy es viernes, o fue, y se repitió eso. Se ha venido repitiendo. Hay gente que me hace doler el cuerpo de solo verlos. Hay ejercicios que no podría hacer nunca. Me miran con curiosidad, no tanto porque sea un bicho raro sino por otra cosa. Quién sabe qué será.

Hay un tipo que va todos los días y no descansa nada cuando está allá. Es la tercera vez que lo veo decir dos o tres cosas a cualquier mujer que tenga a la vista, y ellas (todas las que hablan con él) sonríen agradecidas. Lo siguen con la mirada, admiran sin descaro lo que hace. Al profe hoy también lo vi ya antes de que cerraran conversando con una pelada. Es morenita y juiciosa, todos andan muy pendientes de que haga las cosas bien. No volví a ver a las flacas del otro día, y la muchacha con la que compartí una máquina fue ayer, pero hoy ya no. Casi no me saludo con nadie, y eso que llevo un mes o más yendo y conviviendo de alguna manera con ellos. Pienso en eso, lo oxidado que soy o estoy para esos asuntos. El profe se demoró mucho hablando con la morena, y el otro tipo sabe qué decir, medir sus palabras para que sean efectivas. Claro que lo respalda su físico. Yo no hablo, me quedo ahí haciendo lo justo. Y no se trata de establecer contacto con el otro sexo (aunque es primordial) sino de encontrar en todos ellos alguna manera de camaradería. 

Ayer estaba una narizona que siempre va con el novio, pero fue sola. Creo que es el novio. Al tipo no lo volví a ver. Le parecí curioso a ella. Me miraba a ratos, creo que se quedaba pensando en mi manera de bregar con esas cosas. Es bonita y tiene audífonos grandes. Pero igual eso no es relevante: en un sitio en el que es importante el físico y donde hablan las miradas, estar lleno de palabras no sirve para nada.



jueves, 9 de mayo de 2013

Restless.


Hace dos días no voy. Volví sin que nadie me extrañara, lo que se está volviendo costumbre en muchos aspectos de la vida. Pero para eso tengo los otros blogs. Volví ya sin gripa pero con muchos mocos que se derritieron y salen por montones, estirándose en su color uniforme y aspecto desagradable. Me gusta la densidad que tienen los mocos, increíble que uno pueda tener eso dentro del cuerpo. Parece que nunca se van a acabar. Hay muchas más personas ahora. Elizabeth sonrió cuando le volví a pedir un Gatorade de cualquier sabor, que solamente estuviera helado. Esa fue la única condición que le pedí. Elizabeth, creo, se ríe por todo. Creo que ese es su trabajo.

El Mono hoy le dijo a otro compañero que tenía un consejo buenísimo. Luego que terminó de hacer su primera serie con la máquina de polea alta le ofreció bocadillo y una botella. Tenía que comer el bocadillo sin masticar mucho, luego tomar agua, casi sin respirar. “¿Siente cómo le llega?” le iba diciendo mientras el otro seguía las instrucciones al pie de la letra. Se miraban los brazos y asentían. Me acordé de cuando decían que los ciclistas subían la montaña con un pedazo de panela en la boca, que ese misticismo no tenía otro sustento que la creencia de estar haciendo algo que podría tener una diferencia. Un placebo, pues, algo como lo que siento yo cada que voy al gimnasio. Estos dos días han sido peores, pero hoy ya hay una calma de esas que da el cansancio. Esperar a ver cuánto dura.

Dudé mucho antes de hacer el saludo al sol al terminar la segunda ronda de cardio. La gente en las bicicletas miraban con curiosidad los movimientos que hacía, pensando que ese no era el lugar para eso. Ahora estoy resultando un gordo que hace muchas cosas sin una razón aparente, pero igual no importa tanto que entiendan o no todo ese tipo de cosas.

Ah, y no me gusta el bocadillo. A lo mejor a Elizabeth sí.



lunes, 6 de mayo de 2013

Big Empty.


Durante un rato estuve rodeado de mujeres. Dos a mi derecha, dos a mi izquierda. Todos hacíamos lo mismo pero yo sudaba más, yo duré más. Hay cosas que no entiendo: algunas de ellas tenían maquillaje, sombras en los ojos y tinte en los labios. Hay otra cosa que no entiendo: la gente escribe gym y no gim. No voy al gym, voy al gim. Y ni eso, voy y es como si no fuera. Salgo, de alguna manera, diferente, cansado y tal vez satisfecho, no por lo que vea sino por como me siento. Es un dolor bueno, un agotamiento que me da un poco de tranquilidad. Hay otra cosa que no entiendo: cuando la gente hace pesas se mira en el momento en el que el músculo se hincha, y luego al descansar se observan casi que con precisión milimétrica para medir el cambio en la zona que acaban de trabajar. Luego de eso asienten la cabeza, la aprobación de que todo eso dio fruto. Hay dos tipos de personas, los que trabajan el pecho y los que prefieren trabajar los brazos; ser anchos de espalda o tener volumen en el tronco. Cada que acaban de hacer sus rutinas con todo lo demás recuerdo un video que vi hace años y que no recuerdo por qué fue que terminé mirando. ¿Será que hay algún límite en lo que se proponen? ¿Será que no importa lo que pase, quieren verse más grandes? ¿será que quieren lucir de alguna manera en particular?

No sé si es por ser el primer gordo en un mes que va al gimnasio, pero desde la semana pasada hay más gente nueva. Mujeres que están en su semana de cardio tratando de bajar algo de peso, y barrigones que quieren disimular todo aumentando su masa muscular. En medio de todo, cuando estoy allá, sin importar la música o la compañía, o el atrevimiento que veo en algunas mujeres (atrevimiento que crece con el tamaño de los bíceps de los hombres con los que terminan hablando, iniciando algo, cualquier cosa), siento otra cosa. Me concentro más en el odio que siento por casi todo, incluido yo mismo. En lo que he leído, en lo que he visto, en lo que he pensado. Es, casi, como si manteniendo la maquinaria ocupada, pudiera pensar mejor algunas cosas. Lo difícil llega por la noche, a la hora de acostar la gordura y el dolor en todo lo que esfuerzo de a pocos. Ahora sueño muchas menos cosas. No sé si mañana, al verme en el espejo, sienta que he bajado de peso, o que luzco diferente; no hay cómo medir en cierta manera lo que ven los demás de si mismos. No sé, tampoco, si nada de eso va a dejar de ser suficiente y voy a querer algo más.
Ah, se me olvidaba. El sábado vi a un man igualito a Rambo. Creo que es igual de ancho a una nevera. Qué impresión.



sábado, 4 de mayo de 2013

Broken.


Creo que he bajado 500 gramos. Es una pena, ¿no? invertir tanto tiempo en algo que no logre nada. Hoy tomé un jugo de naranja. Me parece delicioso el jugo de naranja luego de salir del gimnasio. Estoy llorando. Nada de lo que soy vale la pena. Ni lo mejor que puedo ser llega a lograr algo. Hoy se burló de mí alguien en el gimnasio, porque no soy capaz de levantar el mismo peso que él. No me dolió, pero es apenas normal. Mucha gente se burla de mí, de lo que soy. Quiero que me cuiden ahorita. Fracasé. Pienso en la oferta de la doctora la semana pasada. Pensé en llamar a mi mejor amigo para que me acompañara a que me internaran. Ya no quiero más esto. Sin embargo, no puedo. Mi mamá se va de viaje mañana. Debo cuidar a mis sobrinos. En el mundo el orden de las cosas es que uno cuide a los niños, no al revés. O no por lo menos ahora, que no tengo tantas canas. Cuando tenga más. Debo cuidarlos. Debo sacar fuerzas de algún lado para hacerlo. Durante años lo que me ha mantenido cuerdo o vivo ha sido siempre alguien más. Ahorita debo pensar en eso. Igual nunca he pensado en mí. Sé que no voy a lograr nada por mí, ni yendo al gimnasio ni haciendo dieta, ni esforzándome. Soy un fracaso. Lo mejor que puedo hacer es cuidar de los demás. Y luego saber que nadie puede hacer lo mismo por mí. Así lo necesite.



miércoles, 1 de mayo de 2013

Gouge Away.


No me gusta madrugar pero hoy me levanté temprano y salí de la casa sin dar cuenta de mi existencia. A duras penas los perros lo notaron. Cuando llegué al gimnasio apenas dos personas estaban haciendo lo suyo y me dediqué a correr como un tonto, con la gripa acosándome, mirando el reloj que siempre le hace dar vueltas a las manecillas y que le presta a uno esa sensación de movilidad y que lo ilustra a uno tan activo en un recinto pequeñito. Cuando nos movemos todos tenemos cierto ritmo, y parecemos relojes extraños; imagino que marcamos horas distintas, de lugares que nadie se ha atrevido a conocer. Luego me puse a ver por la ventana la avenida y en cuestión de nada se fue llenando de carros y buses y camiones y se taponó todo, y fui testigo de eso, cosas que se iban apilando ante mis ojos sin que yo hiciera nada. Al rato el profe apareció, se bajó de un taxi y corrió para llegar tarde a su trabajo. No muchos lo esperábamos. No fue mucha gente hoy, y yo anoche me quedé en la casa tosiendo en mi cama, extrañando la forma esa de respirar que tiene la gente sana. Me tapé en mi cobija de cebras y escuché llover hasta que me quedé dormido. Tengo otra cobija, que es de tigres. Cobijas de tigres y cebras, lo repito para que tenga algo de sentido. ¿Lo entiende? Me causa gracia. Fui temprano esta mañana para compensar la ausencia de anoche. Sigo cansado, con la garganta en pedacitos, eso seguro ya no la puedo armar, algunos se habrán perdido entre todo lo que ha sucedido hoy. La mañana fue gris y densa; había gente jugando fútbol en el otro barrio, desde el tercer piso uno puede ver eso. También los cerros al norte, y el cielo sin edificios sino con casas que son bajitas y que no estorban. Dejan ver todo, hasta el horizonte. Es raro todo desde la ventana. Cuando volví para la casa fui un poquito feliz porque se cumplió lo que tanto anhelaba: a la salida, a unos pocos pasos del lugar, estaba un puesto de esos de venta de salpicón y jugos naturales. Pedí uno de naranja, y me lo tomé con la sed esa que da la poquita satisfacción de estar haciendo algo por uno. Llevo dos semanas tomando jugo de naranja, pero el de hoy fue el mejor.