La pelada que ahora está haciendo pesas lleva una gorra. Se la pone para taparse la cara y no ver a nadie más; no ver espejos, reflejos, gente a su lado, nada. Una capucha para concentrarse, para esconderse mientras suda, algo que molesta siempre y que supongo no quiere que nadie tome en cuenta. Evita de esa manera las miradas y los ojos insistentes de los demás que esculcan en su pecho alguna novedad.
Hoy entraron dos viejas más, unas niñas pequeñas y flacas algo bonitas, y mientras el profe les decía qué hacer los demás asistentes al gimnasio se turnaban para mostrarles cómo hacer las repeticiones correctamente. Ellas sonrieron y esas cosas, y pagaron poniendo atención y admirando bastante cuando ellos levantaban un montón de peso esforzándose y poniéndose rojos, lo que les habrá resultado bastante justo. Secreteaban entre ellas mientras veían los músculos en acción de esos otros muchachos. Al otro lado de la sala un tipo algo torpe trataba de socorrer a otra muchacha que lleva poco allá, morena ella, mientras los amigos suyos se burlaban de él. Ella, en cambio, miraba a los musculosos con atención, de arriba a abajo, porque algunas cosas siempre son así.
Yo compré dos gatorades.
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