sábado, 27 de abril de 2013

Two Against One.


Odio mi barriga. Le he empezado a tener un fastidio real. Ya no la ignoro como solía hacerlo. Siempre la tengo presente, aunque no es difícil por su tamaño, pero creo que la odio más que nunca. Representa algún tipo de atraso, un lastre del pasado. O quizás creo que representa mucho de lo que está mal, de lo que tengo mal. Ahora hago mucho más tiempo a diario en el gimnasio, lo que me da sueño y hambre, pero lo pienso dos veces antes de dormir o comer algo. Quiero acabar con ella, pero siempre está ahí. Por lo que parece siempre va a estar ahí.
Lo que comenzó como una forma idiota de buscar liberar algo de serotonina mediante la actividad física, ahora se convirtió en otra cosa. Una nueva manera de encontrar dolor, o buscar cambiar de alguna manera lo que soy. O como luzco. No me parece idiota pensar que hacer ejercicio signifique pensar que estar gordo, o que serlo, es algo que pueda considerarse malo, pero sí puedo creer, luego de un tiempo, que no percibir ningún resultado pueda llegar a ser, cuando menos, humillante.
La realidad es que no me siento bien siendo así. Viéndome así. Me es difícil encontrar los motivos suficientes por los que alguien pueda quererse con sobrepeso, no tanto por la presión social que hay para lucir de una manera, sino saberse lejos de lo que se puede lograr con un poco de trabajo y estableciendo algunos límites. Soy consciente de que el camino largo y duro no siempre es el que lo hace llegar a uno rápido a algún lugar, pero de todas maneras hay que andarlo. La gente que lee no se queja de leer mucho, pero se burlan de los que ejercitan su cuerpo, y todo eso de alguna manera es poner el mismo tema desde ángulos que no son tan distintos, la verdad. El verdadero problema es que cada uno cree que su forma de matar la gallina es la correcta, y se enorgullecen de eso. Es raro que con tantas formas de compartir información e ir conociendo puntos de vista, o el mundo mismo, la gente se empeñe en seguir algunos estereotipos que ya se han definido durante años. A lo mejor eso es más fácil.
Cuando veo a la otra gente que dura dos horas haciendo sus rutinas con pesos excesivos me fijo mucho en sus caras. Se sienten orgullosos al ver sus músculos exigidos responder al castigo que les imponen; es una manera muy rara de vanidad. Anoche me quedé pensando en si las razones para continuar haciendo ejercicio es eso mismo, verse lograr algo. También pensé que muchos de los que van añaden peso a algunas máquinas para sentirse mejor con ellos mismos, así hagan mal los ejercicios y se terminen lastimando. Anoche sucedió eso: un tipo sintió que debía hacer mucho más que otra persona, una que nadie había visto en ese lugar, y por querer superarlo lo único que hizo fue hacerse daño y mostrarse débil.
¿Será, también, que la gente prefiere pensar no en un tipo de resultados en si mismos sino el impacto del cambio en los demás? Me parece algo inútil esa constante competencia para ver quién orina más lejos; es una rivalidad de la que nadie habla y sin embargo se encuentra allí. Todos como animales marcando su territorio.
Si eso es así, es fácil entender por qué hay un fisiculturista ciego que gana al no ver o sentir a la competencia, sino cuando se concentra en lo que hace.
Yo, por lo pronto, tengo la rivalidad esta con la grasa que flota muy cómoda en mi abdomen. De este lado solo hay una guerra que nos involucra a los dos, pero siento que todo apunta a que yo voy a ser el perdedor: no es solamente contra eso que estoy luchando. Y, cómo dijo la doctora ayer, es preocupante que trate de hacerlo solo.
Pero parece que no tengo en nadie más en quién confiar.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario