lunes, 15 de abril de 2013

Calentamiento.

Creo que fui alguna vez a un gimnasio con mi hermano mayor. Era porque Uriel, el dueño, jugaba en el equipo de él y nos había invitado a hacer algo de ejercicio. Fuimos un fin de semana, de noche. Creo que un sábado.
El gimnasio quedaba pasando la avenida y recuerdo que tenía unos tapetes rojos. No me dejaron hacer muchas cosas porque podía lastimarme, o eso decía mi hermano mayor, para el que siempre seré un hermano menor, una mezcla de hijo ajeno y adolescente eterno. A lo mejor él se estaba acomodando al futuro este que vivimos en estos días, especialmente en este año, que no ha sido nada fácil.
Cuando llegué a la valoración la semana pasada el instructor, al que todos llaman profe, me hizo pasar a una oficina pequeña donde había una báscula, un escritorio y dos sillas. Me tomó medidas en los brazos, las piernas, la cintura, la espalda y el abdomen; dijo en voz alta mi peso, una alerta que yo tengo en cuenta pero que ahora adquiría otro sentido. En un papel con unos dibujos de gente haciendo ejercicio estableció mi rutina. En una pared un afiche mostraba a un tipo con cara de loco levantando unas pesas, gruñendo y frunciendo cada uno de los músculos de su cuerpo, con una leyenda que decía, más o menos, que cada vez que pensara en desistir imaginara a quienes disfrutarían con mi fracaso, y que no les diera ese placer. Me da un poco igual, porque vivo fracasando, y la gente que me quiere ver así vive muy contenta. Por eso o por otras razones. O por todo. Creo que necesito otro mensaje para motivarme, pensar en terceros lo único que ha logrado en mi vida es hacerme daño. Casi tanto como pensar en mí.
Salí del lugar agradeciendo, un poco, que el profe fuera hombre y no mujer, aunque me hubiera gustado tener a una profe. A la profe.
Esa relación la hago siempre con cualquier cosa, y no debería ser así.
El profe me tutea, y todos tutean al profe. Yo solo tuteo a Elizabeth, más exactamente cuando quiero comprar agua. Agrego unas letras, hasta sílabas, a las palabras que siempre uso: me das una botella de agua, y pago y listo, ahí termina mi vida social.

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