martes, 7 de enero de 2020

Tribulations.

Some boys hate themselves
Spend their lives resenting their fathers
Some girls hate their bodies
Stand in the mirror and wait for the feedback


El gimnasio no tiene televisores. Caí en la cuenta el año pasado. La gente va y se concentra en otras cosas. Se mantiene un poco esa privacidad de cada uno con su tema: mira el celular, el espejo, a la otra gente. El culo de otra gente. El gimnasio tiene una sala especial donde las mujeres pueden entrar a un sitio exclusivo por si se sienten acosadas. Siempre hay alguien allí. Afuera, claro está, nos encontramos los otros. Y los otros miramos culos forrados en leggins, o las tetas. Yo miro, sí, con la conciencia de algo no prohibido, sino indebido, con una culpa reciente y retroactiva ante la inevitable repetición de ese acto forjado ya por la costumbre. Miro, también, a los que mantienen la mirada fija en las mujeres, sobre todo en las más llamativas. Me pregunto qué piensan los que observan cuando las examinan de manera furtiva (¿y lasciva?) y las someten a un juicio arbitrario en que el dictamen es, apenas, un adjetivo básico sobre las proporciones de ciertas partes del cuerpo. ¿Tener un culo grande refleja lo que abunda en el corazón? Yo tengo barriga y soy mala persona, pero son dos cosas independientes: no soy lo uno por lo otro, sino que soy lo uno y lo otro, puedo dejar la barriga y seguir siendo quien soy, lo que sí, definitivamente, estaría mejor con una cara más agradable. O la espalda más ancha, por lo menos.


Este gimnasio no tiene, tampoco, muchas máquinas, pero esto se entiende con su filosofía de estar siempre abierto. Hoy, martes, hubo mucha gente. Mucha fila. Debí ir más temprano, o más tarde. Podría haber ido a esta hora, en lugar de estar acá. Pero no. Estuvo lleno de caras y culos nada familiares, de aquellos que se inscriben por aquello de los propósitos futuros que caen en el año nuevo, una fecha límite para comenzar los hábitos: el primer día de verdad del 2020, luego de un jueves que se sintió como una pausa absurda entre una festividad y el fin de semana. Pienso en aquellos rostros con la determinación intacta de la primera semana del año, una muestra del optimismo egoísta que nos caracteriza: promesas de progreso individual en un mundo que ya se encuentra condenado.


Muchos de estos desconocidos compañeros se convertirán, como yo muchas otras veces, en desertores luego de unos meses. Una rutina repetida que ya ha sido descrita por otra gente que ha venido a gimnasio antes de que a mí se me ocurriera: el camino siempre lo marcan los caídos, no el tiempo. Y todo por el optimismo del año nuevo, esa otra gran rutina que establece ciclos: comienzo del año con la fuerza de la voluntad todavía intacta y el final del año como una época para hacer recuentos. Ciclos y límites impuestos a la mala cuando todo hace parte de una continuidad abismal: la semana pasada, justo el martes anterior a este, se acabó el año, o la década para algunos. y ese es un proceso que no se rompe: hoy también es martes. Luego siguió un miércoles perezoso adornado con el humo de asadores en la calle, por aquí en esta parte del planeta, o por incendios propios de un apocalipsis allá en ese lugar donde siempre llega todo lo nuevo por primera vez: a lo mejor nos enteramos del fin del mundo, ahora sí, porque Australia fue el primer sacrificado. Y sus incendios no se detuvieron con esos límites que nombramos para sentir el paso del tiempo, simplemente continuaron. Y continuarán.


La máquina de curl femoral debe estar ocupada ahorita. Y mañana. Y después. Y cuando vuelva al gimnasio tendré que esperar a que otro termine para yo continuar este trabajo que estoy haciendo con mi cuerpo (y con mi mente, y con mi espíritu, si está por ahí escondido en algún lado), esa conexión de todos los sistemas que somos nosotros. Volver al curl femoral no es comenzar de nuevo sino continuar: ya inicié la rutina, y ahora debo sumarle repeticiones, día de por medio, hasta que encuentre otra rutina que rompa esta secuencia, o llegue alguna cuña contundente que indique que se trata de un final definitivo. Hoy no era martes, ni el comienzo "cierto" de la primera semana de un año nuevo que es igual a todos los anteriores, hoy era el día de pierna, y el gimnasio estaba lleno.

LCD Soundsystem - Tribulations
Arcade Fire - Creature Comfort

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