miércoles, 7 de junio de 2017

Interlude: New World.


La cita era a las 6:30 de la mañana, me desperté a eso de las 6, tal vez antes, porque no pude dormir en toda la noche, pero llegué a tiempo. La que me atendió esta mañana se llama Katherine, que es algo más que recepcionista. Ella me dijo, pero no recuerdo. Algo que tenía que ver con terapias o algo con el cuerpo. Hizo las preguntas de rigor, y las mediciones del brazo y pierna derechos, luego del pecho, cintura. La estatura. El peso. Según esa báscula estoy debajo de lo que pensaba, lo cual es bueno. Este otro gimnasio queda algo alejado del que siempre voy. Iba. El antiguo, que trasladaron de un lugar a otro, quedaba a tres cuadras de mi casa, primero, y ahora en la misma manzana. El valor de la mensualidad está, ya, muy caro, por lo que escogí esta otra opción. Queda a 5 minutos en bicicleta. Lo primero que uno ve al llegar: 16 caminadoras, otro número similar de bicicletas estáticas y escaladoras. Muchas máquinas para hacer cardio. Luego las máquinas para los brazos. Unas tantas menos para las piernas (porque como en todo buen gimnasio lo menos importante son las piernas). Luego, al fondo, está el rack para las sentadillas. Solo hay uno, en todo ese mar uniforme, separado, por secciones. Casi como una isla. Casi. En el centro del gimnasio hay un aparato de esos en los que se puede fortalecer uno para escalar muro (ese es el próximo objetivo, pensé la semana pasada) y otros ejercicios que hace la gente con entrenador personalizado. Entrenamiento funcional, o crossfit. El aparato se parece un poco a las casitas metálicas que hay en todo parque. Esta casita metálica está siempre ocupada.

Cuando llegué, Katherine abrazaba una cobija pequeña, no sintió cuando le hablé ni nada de eso. Reconoce que existo, luego de un momento, y me hace seguir, al fondo, para que hagan la valoración. La entrada a la zona de entrenamiento tiene dos puertas giratorias que se activan cuando uno pone el índice en un sensor biométrico. La pantalla del panel numérico, luego de identificar la huella, muestra un mensaje de bienvenida, con una frase que supuestamente debe motivar. Esa es otra de las diferencias: se especializan en la parte de la motivación. Mi motivación es otra, es obligación. La disciplina. Luego de eso vendrá el hábito, luego los resultados. O, por lo menos, el seguir en eso. La misma Katherine hace la valoración. En un estante se ve el casco de su moto, todavía mojado. Apenas se sienta envuelve las piernas en la cobija. Tiene en la piel las manchas que distingue a la gente cuando trasnocha. No sé si lo que más le afecta es el sueño, o el frío. Tal vez por eso no pude dormir, porque desde temprano se puso a llover y estaba esperando que acabara para ir a entrenar. Le pido que la rutina sea con barra libre en lugar de máquinas, y luego echa por el suelo su presentación porque, dice, la rutina es generada por el sistema del gimnasio. No hay que ser, necesariamente, algo relacionado con terapias, o con el cuerpo, para seleccionar cosas en la pantalla de registro de asociado. Katherine dice que lo importante es hacer cardio. Pero también que lo importante es la dieta. Y lo importante es ejercicios para hacer fuerza. Sigue hablando de todas estas cosas importantes, y sonríe, porque termina diciendo que sí, que lo más más más de todo es estirar. Ojalá antes, durante, y después de la rutina. Todo es importante. Yo no sonrío, y ella se pone seria. Ambos mostramos el sueño de manera diferente.

Según el correo que recibo un rato después, tengo que ir 5 días a la semana. Según eso tengo que hacer un montón de cosas que no quiero o, más bien, a las que no les veo sentido: hacer lat pulldowns, curls, shrugs, hip trusts y cosas así. Eso en el primer día. En una parte dice que me demoro 47 minutos en la rutina, aunque 40 minutos corresponden a dos sesiones de cardio al comienzo y al final. En los 7 minutos restantes tengo que hacer 8 ejercicios diferentes, 20 repeticiones de cada uno. Mi guía es el PDF que veo en el celular, levanto la cabeza y no hay nadie supervisando ni corrigiendo a otros. El lugar es tan grande que esa camaradería del gimnasio de barrio queda enfrascada en sitios puntuales: la gente se acerca para saludar, hablar de algo muy corto, reír, y seguir en lo suyo, por aquello del trayecto. Dejan el saludo para seguir en lo suyo. La diferencia entre los instructores del gimnasio antiguo, y este, no es mucha. Entre la gente tampoco. Entre el aspecto de la gente, sí, sí hay una diferencia diciente. Todos venimos a este lugar para mejorar la apariencia, pero aquí se siente más que hay cierta etiqueta a la hora de sudar.



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